“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”
Madre Teresa de Calcuta

Desarrollo y finanzas caminan de la mano, pero no siempre la necesidad de que las finanzas existan resulta suficiente para que el progreso se produzca. La riqueza generada en el mundo en los últimos cien años ha sido mayor que toda la creada antes por la humanidad. Pese a este largo período de bonanza económica general, la desigualdad se ha acrecentado y la pobreza mantiene niveles dramáticos. Para muestra, un dato extraído de los trabajos del profesor Angus Maddison: en 1870 la renta por individuo de los diez países más ricos del mundo, superaba en seis veces a la de las diez naciones más pobres. A principios del siglo XXI esta proporción entre unos y otros había pasado a ser nada menos que 42 veces mayor.

Si se toma como medida el ingreso diario por habitante la fotografía también se revela muy preocupante. De los 6.500 millones de personas que constituyen la población mundial, 1.100 millones ingresan menos de un dólar al día (situación de indigencia); 2.800 millones subsisten con menos de dos dólares diarios (pobreza extrema) y otros 1.200 millones de habitantes obtienen entre 2 y 9 dólares por día, cifras que según las zonas donde vivan todavía se inscriben en niveles de pobreza severa o como mínimo en durísimas condiciones de vida.

El informe Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad económica, presentado por la ONG Oxfam Intermón en el Foro Económico Mundial celebrado en Davos en enero de 2014, facilitó cifras igual de preocupantes que acapararon la atención de los principales medios de comunicación internacionales: sólo el 1% de la población mundial, acumula casi la mitad del total de la riqueza. 85 personas ricas poseen tanto dinero como del que disponen 3.570 millones de pobres en el mundo.

La concentración de los recursos económicos en manos de unos pocos abre una brecha que supone una gran amenaza para los sistemas políticos y económicos inclusivos, porque favorece a una minoría en detrimento de la mayoría. Y ese mismo factor de desigualdad promueve que el crecimiento tenga menos impacto en la reducción de la pobreza.

Es en este escenario en el que la Fundación Microfinanzas del BBVA desarrolla su modelo de Finanzas Productivas, es decir, productos y servicios financieros dirigidos a personas financieramente vulnerables y pobres para generar o desarrollar actividades productivas sostenibles.