Ladrillos que reconstruyen vidas

Hace 20 años, Rosa Norambuena puso en marcha su fábrica artesanal de ladrillos, a pesar de ser una actividad exclusivamente para hombres por el esfuerzo físico que exige. Se realiza al aire libre: primero, se esparce la tierra con una pala y se mezcla con agua para crear la masa del ladrillo; después, con una carretilla se trasladan a una mesa los cubos con la masa para moldearla. Una vez los ladrillos se han secado al sol, hay que cocerlos en un horno echando leña constantemente durante 30 horas. Hay que evitar que los ladrillos cocidos se mojen durante el periodo final de reposo, y si llueve, sea la hora que sea, hay que cubrirlos con toldos impermeables.

Gracias a su perseverancia, a su espíritu de lucha y al apoyo de FE, no solamente ha podido rehacer su vida y recuperar su fuente de ingreso, también ha mejorado sus condiciones de vida y pudo contratar mano de obra

La exigencia de este oficio no impidió a Rosa dedicarse por completo a ello. Así se convirtió en una de las primeras mujeres en hacer esta actividad en Cauquenes. Pero el terremoto de 2010 le arrebató todo: su casa y su negocio. No le llegaron las ayudas estatales, y tuvo que recurrir a préstamos para reconstruir su vida. Conoció a Fondo Esperanza (FE) y se unió al Banco Comunal “Santa Sofía con esperanza y esfuerzo”. Gracias a su perseverancia, a su espíritu de lucha y al apoyo de FE, no solamente ha podido rehacer su vida y recuperar su fuente de ingreso, también ha mejorado sus condiciones de vida e incluso pudo contratar mano de obra cuando su negocio empezó a crecer.

Su capacidad de superación y su progreso como emprendedora le llevaron hasta Madrid como panelista en el 10º Aniversario de la Fundación Microfinanzas BBVA. Rosa sabía que S.M. la Reina iba a estar presente y difícilmente podía contener los nervios. Aunque lo compensaban el poder representar su labor, «como emprendedora, como mujer”.

Era la primera vez que salía de su país, y quiso compartir esta experiencia con su madre, Hilda. En Madrid, le esperaban muchas personas con ganas de escuchar su testimonio sobre las grandes cosas que se pueden hacer con coraje, visión y apoyo. Antes de salir, Rosa miró por última vez los montos de ladrillos bajo el sol, consciente de que en poco más de 24 horas, estaría disfrutando de otro paisaje muy diferente.

Fue un viaje largo,  pero no notó el cansancio hasta que pisó el asfalto. Por su profesión, era de esperar que Rosa se fijara en los edificios de Madrid. Acostumbrada a su pequeño Cauquenes, quedó fascinada por la arquitectura de la ciudad.

Rosa Norambuena con el gerente general de Fondo Esperanza, Mario Pavón

Llegado el día de la celebración y una vez hubo conocido a la Reina, Rosa por fin consiguió calmar los nervios.

Durante el panel de los emprendedores, destacó dos momentos que le cambiaron la vida por completo: el primero, el terremoto de 2010, que destrozó su negocio pero que a la vez le dio fuerzas para resurgir por la demanda de ladrillos en las labores de reconstrucción. El segundo, conocer Fondo Esperanza, que le ofreció no solamente apoyo económico sino también apoyo emocional y educación financiera. Según ella, antes de conocer la entidad, su negocio estaba “como en el aire, sin mucha proyección”. De ambos, supo aprovechar la oportunidad y encontrar la manera de contribuir a su comunidad.

Siempre que puede, Rosa anima a todo el mundo a emprender, a sacar adelante sus proyectos de vida a pesar de las adversidades. Como mujeres, ella y otras amigas que se dedican a lo mismo fueron criticadas por hacer un trabajo considerado de hombres. A modo de anécdota, contó cómo un día se acercó un hombre a su “obra” y elogió la excelente calidad de los ladrillos. Le costó mucho creerse que detrás de esta fábrica, había una mujer. Pero conoció a Rosa y acabó haciendo negocios con ella, no sin antes expresarle su sorpresa de ver a una mujer detrás de ese negocio tradicionalmente masculino.

Donde antes había dudas, ahora hay certezas

Precisamente, la Fundación apoya el empoderamiento de la mujer. En el caso de Rosa, a través de un primer préstamo de 70 mil pesos (105 USD) y la capacitación de la Escuela de Emprendimiento, ha sido capaz de tomar las decisiones adecuadas para mejorar su vida y asegurar el éxito de su fábrica de ladrillo. Donde antes había dudas, ahora hay certezas. Donde antes solo había sueños, ahora hay proyectos reales.

Proyectos con los que sale adelante. En verano, con los ladrillos y en invierno, con la venta de carbón. Unos negocios estacionales que le permiten trabajar todo el año pero también descansar. A su vuelta a Chile, Rosa iba a tomarse unos días de vacaciones antes de volver al trabajo. Un merecido descanso para procesar todo lo vivido y seguir trazando metas para el futuro.

HISTORIAS DE VIDA