Cuando los olmecas descubrieron la planta tropical del cacao, con la que preparaban una bebida llamada xocolatl, hace ya 3.500 años, era un manjar solo al alcance de la élite social y de los sacerdotes.
Hoy, el cacao se consume en todo el mundo y es una industria de gran valor económico. Desde el cultivo en origen hasta el procesado del fruto y su comercialización en multitud de formatos, es sinónimo de desarrollo social, económico y cultural.
Según previsiones de la Organización Internacional del Cacao (ICCO) en 2024 la producción mundial superará los 4.380 millones de toneladas, una cifra inferior a años anteriores debido a las condiciones climáticas adversas.
En América Latina, este cultivo está muy vinculado a pequeños productores y a mypymes. La Fundación Microfinanzas BBVA apoya el progreso de emprendedores que están saliendo adelante gracias al árbol del cacao. Bien por seguir la tradición familiar, o por ver una oportunidad de negocio en la repostería con chocolate o como una salida laboral para las mujeres, este fruto es un medio para generar desarrollo.
“Viajamos” a tres países de Latinoamérica para conocer tres de estas historias de emprendimiento con sabor a chocolate:
República Dominicana
República Dominicana es el tercer país productor y exportador de cacao de América Latina y el octavo del mundo, según CONACADO, la organización que reúne a pequeños y medianos productores y al gobierno del país.
El chocolate es una de las fuentes de ingreso más importantes en la provincia de Monte Plata. Los turistas pueden recorrer allí la Ruta del Cacao, una iniciativa local para conocer sus distintas variedades, el procesado del grano y su transformación hasta llegar a los consumidores. Y es que al chocolate están ligados miles de empleos.
En 1998, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Fundación REDDOM iniciaron un proyecto en la localidad de Corozo Abajo para apoyar a microempresarios que elaboraban productos derivados del cacao orgánico. Una de ellos es Ana Rodríguez, que se incorporó al proyecto en 2016 y que trabaja con un grupo de mujeres, Las productivas de Yamasa.
La idea de poner en marcha esta cooperativa surgió tras el paso del huracán George. Las mujeres empezaron a elaborar dulces y conservas de frutas para sobrevivir y ganarse la vida. Ana conoció a otras señoras que compartían su pasión por el cacao e ímpetu para reinventarse tras la tragedia. Y juntas comenzaron a producir dulces de chocolate. Actualmente llegan a los 927 kilos anuales: 300 kilos se destinan a la elaboración de productos en la propia cooperativa y el resto lo venden a otros negocios.

Ana Rodríguez, segunda por la izquierda, junto a otras emprendedoras de la cooperativa cacaotera. Banco Adopem. FMBBVA
Al principio, tostaban el cacao de la variedad criollo en calderos calentados con leña, una técnica muy minuciosa que requiere una temperatura exacta para que los granos no se queden duros ni se quemen y que echaba a perder parte de la producción.
Ahora, esa tarea es más sencilla porque se realiza con maquinaria especializada, adquirida gracias a donaciones, al igual que moler, limpiar o espesar el cacao con manteca. También organizan visitas guiadas a la fábrica: los turistas visitan plantaciones de cacao donde se les explica cada etapa del proceso, desde la siembra hasta la cosecha, y luego visitan la cooperativa.
Cuando Ana habla del cacao tiene un brillo especial en los ojos. Procede de una familia de tradición cacaotera y la idea de poner en marcha la cooperativa era la manera de mantener esa tradición y una oportunidad para los jóvenes en una zona con escasa opciones laborales.

La emprendedora dominicana Ana Rodríguez, con frutos de cacao. Banco Adopem. FMBBVA
Chocolates, bombones, mermeladas, cocoa, manteca, granos caramelizados o los tradicionales vinos de cacao son algunos de los productos que elaboran y venden en ferias y a restaurantes.
Actualmente, venden sus productos en la tienda del restaurante Morir Soñando de la prestigiosa Chef Tita, así como en una conocida cadena de supermercados.
Para Ana, la palabra “rendirse” no está en el diccionario. El año que viene piensa renovar parte de las plantas de las 24 hectáreas que cultivan y mejorar así la calidad del cacao. “Ha sido un camino largo y difícil, pero a la vez muy feliz”, puntualiza. En ese camino ha contado con el apoyo de Banco Adopem, entidad de la FMBBVA.
Colombia
En Colombia, el cultivo de cacao ha contribuido a la transición hacia la paz en zonas afectadas por el conflicto. Muchos agricultores han sustituido los cultivos de hoja de coca por los de cacao.
Marlon Ferreira, que elabora productos de repostería con chocolate, se ha aliado con asociaciones de productores de varios departamentos (entre ellos, Chocó, una de las zonas más afectadas por la violencia) con quienes comparte sus conocimientos sobre técnicas de cultivo.

Marlon Ferreira, en su negocio Maluwa Chocolate Company, Bancamía. FMBBVA
Su pasión por el chocolate le viene de muy pequeño: vendía a sus compañeros de colegio las chocolatinas que elaboraba tras colocar en moldes el producto derretido. Hoy tiene una fábrica en San Gil (Departamento de Santander) donde producen hasta 8.000 barras de chocolate. Además, exporta sus productos, lo que permite ampliar mercados.
“Al tener contactos con pequeños productores sabemos que el cacao tiene la calidad que necesitamos. El chocolate es más que un fin, es un medio con el que podemos generar desarrollo y conectar muchos aspectos sociales o medioambientales”, explica.
Su empresa ha recibido dos reconocimientos en el International Chocolate Awards por la excelencia del cacao que usa para sus productos. Y en 2023 ganó el premio a la Mejor Microempresa del Año, en un concurso organizado por BBVA Colombia, Bancamía -entidad de la FMBBVA- y RCN Radio, para reconocer la aportación de los pequeños emprendimientos a la economía.
Panamá
En la provincia panameña de Bocas del Toro, cercana a la frontera con Costa Rica, se cultiva el 95% de la producción de cacao del país. Es una zona habitada principalmente por poblaciones indígenas, de ellas la etnia Ngäbe Buglé es una de las más golpeadas por la pobreza.
El agricultor Constantino Blandford es indígena ngäbe. Cultiva cacao orgánico, de la variedad trinitario, en la finca de su propiedad en la localidad de Río Oeste Arriba.
Lleva más de 30 años compaginando la agricultura con otros empleos que le han permitido pagar la universidad de sus dos hijos. Su producción, de unos 70 kilos anuales, es 100% orgánica con técnicas sostenibles. Es miembro de una cooperativa que agrupa a más de mil agricultores y acaba de poner en marcha un negocio de rutas turísticas para dar a conocer el cultivo del cacao y degustar el chocolate de la zona.

Constantino Blandford, en su finca, en Panamá. Microserfin. FMBBVA
Obtener financiación para comprar insumos, maquinaria o utensilios para mejorar el rendimiento de sus microempresas es un reto para los pequeños productores. Por ese motivo, contar el apoyo de una entidad microfinanciera que cubra esa necesidad y que, además, se preocupe por cubrir otras carencias básicas personales, no únicamente del negocio, es muy valorado por los emprendedores.
Constantino ha reformado su casa gracias a Casafin, un producto de Microsefin, entidad de la FMBBVA, que permite a los microempresarios financiar obras para mejorar progresivamente sus viviendas, en particular cuando se trata de hogares-empresa, donde la actividad productiva y el hogar comparten espacio. Con ese crédito, Constantino ha acondicionado su vivienda para separarla de la zona donde se fermenta el cacao, una proceso fundamental en la comercialización del fruto como materia prima.
Ana, Marlon y Constantino proceden de 3 de los 58 países en los que se produce cacao, según FAOSTAT, la base de datos y estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Son 3 ejemplos de los miles que se pueden contar que viven de una manera directa gracias al alimento de los dioses más famoso del mundo.
Cristina González del Pino. Comunicación FMBBVA