Un emprendimiento ambiental y económicamente sostenible sí es posible

Proteger el medio ambiente es sumar grandes y pequeños gestos. Grandes gestos, como los que tienen a su alcance los gobiernos, y pequeños gestos, como los de Pedro y Silvia. Viven en República Dominicana: no se conocen, pero con sus negocios ambos contribuyen a que tengamos un planeta mejor.

Pedro Santana reside en el Cedro, donde tiene un negocio de abono orgánico. Por su composición, y sus ingredientes (restos vegetales, de alimentos u otras fuentes orgánicas) es un producto natural, especialmente recomendado en agricultura ecológica, y muy económico.

“Fabrico abono con estiércol, principalmente de los cien conejos de mi granja. Se le añaden hojas, resina de madera y otros desechos degradables hasta obtener el producto adecuado”, explica.

Pedro Santana reside en el Cedro, donde tiene un negocio de abono orgánico. Por su composición, y sus ingredientes (restos vegetales, de alimentos u otras fuentes orgánicas) es un producto natural, especialmente recomendado en agricultura ecológica, y muy económico.

Abrió este negocio hace dos años.  Se siente orgulloso de haberlo hecho. “La gente no está acostumbrada  a lo orgánico, que es más saludable, sino a lo químico. Soy millonario, lo único es que no tengo riqueza en pesos (la moneda dominicana), pero sí en valores”.

Pedro Santana tiene un negocio de abono orgánico

Ha sacado adelante a sus seis hijos. Con un crédito de  120.000 pesos (unos dos mil euros) de Banco Adopem, la entidad dominicana de la Fundación Microfinanzas BBVA, ha mejorado este emprendimiento que crece gracias a los buenos resultados que ofrece el producto. Al estar catalogado como ecológico, mantiene los niveles naturales del pH de la tierra y no daña el medio ambiente.

Con ese espíritu que demuestra que un negocio puede ser sostenible con el medio ambiente, a la vez que económicamente viable, Silvia fabrica sombreros, carteras, bolsos y sandalias a base de fibras del jacinto de agua (lilas), una planta invasora  que prolifera sobre la superficie de ríos y lagunas y que supone un grave problema para la biodiversidad.

Ella misma recolecta, seca y trata las lilas para crear estas piezas de artesanía, realizadas a mano. De las más sencillas realiza dos o tres al día. Las más complicadas son las carteras, que tardan en elaborarse de cuatro a siete. Los préstamos que ha recibido de Banco Adopem desde 2010 le han permitido mejorar su negocio.

Las de Pedro y Silvia son dos historias unidas por el deseo común de dejar un legado a las generaciones futuras. Para ellos, todos los días son 5 de junio, la fecha en la que Naciones Unidas conmemora desde 1974 el Día Mundial del Medio Ambiente

Además, imparte cursos de artesanía para promover el desarrollo económico de familias de escasos recursos que viven en las riberas de los ríos donde crecen estas plantas de flores violeta, que, aunque hermosas, dañan el ecosistema.

Las de Pedro y Silvia son dos historias unidas por el deseo común de dejar un legado a las generaciones futuras. Para ellos, todos los días son 5 de junio, la fecha en la que Naciones Unidas conmemora desde 1974 el Día Mundial del Medio Ambiente.

 

Cristina González del Pino, Comunicación FMBBVA

 

 

HISTORIAS DE VIDA