Los ladrillos de Rosa: barro, sol y coraje

Desde que empezó, hace ya 17 años, Rosa vio una oportunidad de negocio en la fabricación de ladrillos: “Empecé con una sociedad y desde hace ocho años estoy yo sola en esto. Unas amigas y yo decidimos aprender este oficio de personas más expertas. Lograba mantenerme con proyectos, financiamiento propio y ayuda de amigos”, recuerda.

Pero un terremoto en 2010 le arrebató todo, perdió su casa y su negocio. Las máquinas, las herramientas y el material quedaron inservibles. Rosa necesitaba salir adelante y la ayuda estatal no llegaba. Decidió entonces acudir a Fondo Esperanza para conseguir financiación y retomar así la actividad de la fábrica. Apenas dos meses después, ya formaba parte del banco comunal Santa Sofía con esperanza y esfuerzo, con el que obtuvo el impulso que necesitaba para seguir creciendo como microempresaria y consolidar su negocio de ladrillos.

“Fue una gran ayuda, llegó en el momento preciso”, asegura. Gracias a la financiación de Fondo Esperanza pudo reducir sus deudas y adquirir las mangueras, ladrilleras y carretillas con las que hoy trabaja junto a sus empleados, que rellenan a mano los moldes y apilan los ladrillos al sol para que el barro se endurezca.

“Lo que he vivido con Fondo Esperanza ha sido una experiencia enriquecedora por la confianza y el respeto que han depositado en mí desde el principio. Antes de ellos no tenía ningún apoyo ni tan buen trato, me he empapado de sus valores”, explica.

Rosa anima a otras mujeres chilenas a seguir su ejemplo, a luchar por sus sueños sin que les importe si están en un mundo, a priori, dirigido solo por hombres.

“Invito a todas las mujeres emprendedoras a que se motiven y vayan a las oficinas de Fondo Esperanza, es una gran oportunidad para convertirse en mujeres que aportan al país, no solamente en la casa, sino también afuera”.

“Uno tiene que programarse y ser visionario del futuro”, afirma. Por este motivo, valora tanto las capacitaciones que le ha otorgado la entidad de la Fundación Microfinanzas BBVA, que le han permitido mejorar la gestión de su emprendimiento.

“Antes no sabía lo que era una escuela de emprendimiento. Nadie me había explicado lo que eran los costos fijos, los costes variables… para que mi negocio vaya mejor”, señala. Para poder expandir su negocio y vender los ladrillos en zonas más alejadas, Rosa quiere comprarse un vehículo. Su sueño no tiene límites y ya piensa en exportar a otros países: “Dentro de todas mis proyecciones, Fondo Esperanza es el pilar que necesito para cumplir mis metas. La institución es el ancla, de ahí me trazo metas y las voy a lograr”, concluye.

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