CHILE y México son los únicos países de América Latina miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), que agrupa a las economías más desarrolladas. Ambos Estados pertenecen también a la Alianza del Pacífico (AP), el acuerdo de integración más ambicioso de la zona. En los últimos ocho años el PIB chileno ha crecido en una tasa promedio del 4,2% y el país ha sido una de las referencias en estabilidad macroeconómica de la zona.

Pero su economía sigue centrada en la misma estructura productiva desde hace décadas, siendo la minería, el sector forestal, la actividad pesquera, la fruticultura y el vino el objeto del 85% de sus exportaciones. Por lo que el crecimiento se basa en mejorar la eficiencia y la productividad en un ambiente de alta competencia en los mercados internos y externos.

Chile se enfrenta en el futuro al reto de la competitividad de los sectores tradicionales, a aumentar sus recursos energéticos y a contener los precios de las materias primas. Por otra parte, su sociedad refleja altos niveles de desigualdad que prácticamente se mantienen estables desde la década de los ochenta. En este sentido el 20% de la población maneja el 52,5% de los ingresos, mientras que el sector más pobre sólo accede al 5,5% de los mismos.

Pero el país presenta algunas peculiaridades respecto a sus compañeros de región. Es el que tiene menor ratio de población en situación de pobreza (11 de cada 100 habitantes) y ha conseguido reducirla en un 50% desde el año 2000. También resulta diferenciador que en el caso chileno la pobreza urbana es mayor que la rural (11,3% y 8,7% respectivamente). El 99,6% de los niños entre 7 y 12 años están escolarizados, siendo el porcentaje más alto entre los países de la zona, situación que se repite en los ratios referentes a la salud que se sitúan en niveles de los países desarrollados.

En cuanto al acceso al sistema financiero, el 42,1% de los chilenos adultos poseen una cuenta o instrumento bancario con alguna entidad del sistema, no existiendo diferencias significativas por género. Un 21,7% han recibido un crédito en el año anterior, siendo su fuente el sistema bancario en el 7,7% de los casos y recibiendo el préstamo de familiares o amigos en el 9,4% de las ocasiones.