Un futuro fraguado a 1.200 grados

Moldear el aluminio y transformar un trozo de ese metal en un objeto único es un arte que requiere pericia y precisión. No es habitual ver a una mujer al frente de una fundición, pero Francisca Cabrera es una mujer muy especial. Ha cogido el testigo de este negocio que su familia regenta desde hace 40 años en la localidad dominicana de Los Alcarrizos, en Santo Domingo Oeste.

Ha modernizado la fundición mejorando los procesos del trabajo diario, ha adquirido una tómbola para pulir y abrillantar las piezas y  ha comenzado a utilizar moldes para los productos más demandados. Ahora trabajan allí ocho empleados, uno de ellos es hijo de Francisca.

Objetos de aluminio fabricados en la fundición de Francisca Cabrera

Elaboran multitud de piezas: cucharones de diferentes tamaños, exprimidores de limón… No faltan, por supuesto, los majadores para machacar los tostones, los tradicionales plátanos dominicanos, y las papas… algo típico en cualquier cocina del país. Sus mejores clientes son los vecinos de la zona de Villa Consuelo (Villacón), donde varios distribuidores venden las piezas que fabrican.

Con el crédito que ha recibido ha adquirido materia prima para el negocio y ha podido crear un pequeño stock de los productos más demandados.

Desde 2017, Francisca es clienta de Banco Adopem, la entidad dominicana de la Fundación Microfinanzas BBVA. Con el crédito que ha recibido ha adquirido materia prima para el negocio y ha podido crear un pequeño stock de los productos más demandados.

La fundición genera unos ingresos de RD$50.000 brutos semanales (cerca de 900 euros) que le han permitido adquirir cinco viviendas, de las que alquila cuatro.

Empleado de la fundición fabricando cucharas con un molde

Esta joven madre que se ha forjado una vida, sueña con seguir creciendo junto a sus cuatro hijos, de 19 y 17 años y gemelos de 11. Antes de asumir la gerencia de la fundición, tenía un salón de belleza, y ahora está pensado abrirlo de nuevo. Lo conseguirá porque mantiene la tenacidad que le ha permitido fraguar su propio futuro, igual que en su fundición consiguen que un trozo de aluminio se convierta a 1.200 grados en un cotidiano objeto.

 

                                                     Cristina González del Pino, Comunicación FMBBVA

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