Un incendio cambió radicalmente la vida de Albertina Cortés en 2017. Pasó de regentar una panadería en su propia casa a quedarse literalmente sin nada y vivir en un albergue.
El fuego que arrasó por completo el barrio chileno de Santa Olga (Región del Maule) donde vivía, se llevó a su paso su hogar y su negocio. Su marido, sus cuatro hijos y sus nietos también lo perdieron todo y juntos tuvieron que irse a una localidad cercana. Tras vivir en un albergue una temporada, Albertina vivió en varias casas hasta que hasta que las autoridades le entregaron una nueva vivienda
Empezar de nuevo
Antes del incendio vivía en una casa de dos pisos, en la planta baja estaba instalada la panadería y la familia vivía en la planta superior. La nueva casa era más pequeña, pero las ganas de volver a tener su propio negocio eran tan grandes que encontró espacio para empezar de nuevo a cocinar tortas y pasteles.
El nuevo local se llama Donde Tina, en referencia al diminutivo con el que su familia llama a Albertina. Es un minimercado donde además vende alimentos frescos y envasados. Una de sus hijas se encarga de los dulces y pasteles, que venden por encargo con gran éxito. Otro de sus productos estrella son las marraquetas (típico pan chileno) que hornean dos veces al día.
“En el incendio lo perdí todo. Fui mejorando y me levanté, gracias a Dios, como el ave Fénix”, explica. En ese camino ha contado con el apoyo de Fondo Esperanza, entidad chilena de la Fundación Microfinanzas BBVA, que le ha entregado créditos para comprar material, vitrinas para conservar alimentos y adquirir género y, además, tras el incendio le donaron ropa y alimentos y le congelaron las cuotas del crédito.
La gente que emprende debe ser perseverante, porque hay días buenos y días malos. Hay que levantarse todos los días con optimismo
“Fondo Esperanza me ha ayudado a salir adelante. Siempre me ha gustado trabajar, eso me da vida. Creer que las cosas se pueden lograr, tener confianza en uno mismo”, señala.
Albertina es la tesorera de un banco comunal de Fondo Esperanza, formado por 25 mujeres. “Nos apoyamos unas a otras, la unión es nuestro mejor valor”, explica.
“La gente que emprende debe ser perseverante, porque hay días buenos y días malos. Hay que levantarse todos los días con optimismo”, asegura. En los cinco años que han pasado desde el incendio, además de haber logrado reabrir el negocio y tener su casa, se ha podido comprar un coche y dice que se siente afortunada.