Las mujeres que viven y trabajan en entornos rurales han demostrado durante la pandemia su fortaleza y capacidad de adaptación ante la adversidad. Mientras el COVID-19 sigue impidiendo la normalidad de nuestro día a día, sus actividades no solo están garantizando nuestra seguridad alimentaria, si no que también contribuyen al cuidado del medioambiente y al desarrollo de sus comunidades.
Por eso la Fundación Microfinanzas BBVA quiere destacar, en el Día Internacional de las Mujeres Rurales que se celebra hoy, su relevancia como catalizadoras del avance de las zonas donde trabajan, y también la forma en que la crisis sanitaria ha incrementado su vulnerabilidad social y económica.
En sus más de 13 años de actividad, la FMBBVA siempre ha tenido entre sus prioridades favorecer el acceso de las mujeres a recursos productivos como financiación, insumos, o tierra. Y ahora, esta prioridad adquiere una especial relevancia, ya que ellas intervienen directamente en la producción de alimentos y mantienen la agricultura familiar, además de ser las responsables de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos.
Una de cada tres mujeres a las que atiende la Fundación vive en zonas rurales; pone a su alcance servicios adaptados a sus necesidades, teniendo en cuenta la particularidad de sus actividades (temporalidad, vulnerabilidad ante climas extremos, pequeñas producciones…). Estar a su lado durante estos años ha permitido a la FMBBVA conocer mejor sus fortalezas y sus debilidades.
Este año, el Día Internacional de las Mujeres Rurales visibiliza la necesidad de darles apoyo para que mejoren su resistencia ante el efecto de impactos como la actual pandemia. Según asegura la ONU, “las inversiones con perspectiva de género en las zonas rurales nunca han sido más críticas”.
La entidad de la FMBBVA en República Dominicana cuenta con el programa ‘Finanzas Rurales y Ambiente’ (FRA), en el que las mujeres alcanzan el 41% del total de su cartera de crédito (Eco Crédito, Agro Mujer, Macadamia y Eco Vivienda). Este programa está especialmente dirigido a mujeres cabeza de familia, tradicionalmente consideradas como ‘segmento de riesgo’, y que, por tanto, suelen encontrar más dificultades para llevar a cabo sus proyectos.
A través de la entidad dominicana, Banco Adopem, las mujeres acceden a microcréditos y capacitaciones en técnicas sostenibles para fomentar sus actividades productivas. “Agro Mujer Adopem” es un producto financiero FRA que está diseñado para ser aplicado a los negocios e iniciativas en zonas rurales.
Benita Hernández es un ejemplo: a sus 64 años, labra la tierra que heredó de su padre y a la que regresó cuando sus hijos se hicieron mayores y pudo dedicarse de lleno a su pasión: el campo. Ahora produce café, limón, banano, nueces de macadamia o chinola (fruta de la pasión). Ni los huracanes ni los consejos desalentadores de sus vecinos la desanimaron a seguir adelante.
Tanto es así, que en su visita a España el año pasado con motivo de la presentación del Índice de Instituciones Sociales y Género (SIGI), al que fue invitada por la Fundación, contó que a través de la Asociación Humanista de Campesinos ayuda a otras mujeres a gestionar la documentación necesaria para legalizar sus tierras y conseguir la titularidad para que ellas también puedan cumplir sus sueños.
“Las mujeres dominicanas no son propietarias por desconocimiento. Les falta información: no saben qué documentación necesitan y, en la mayoría de los casos, ni siquiera tienen un documento de identificación, que es es el primer paso para acceder a la titularidad de la tierra”, asegura.