Silvia Gonzales solo necesitaba que alguien se acercara a su comunidad, le hablara mirándola a los ojos y, utilizando su mismo lenguaje, le dijera que sí es posible tener una vida mejor. A sus 40 años, su vida en la comunidad rural de Tambo (Abancay) no era fácil, igual que la de muchas madres solteras de las zonas rurales de Perú. Con cuatro hijos, sin ayuda de los padres de los niños y sin una casa propia, ha trabajado duro para alimentar a sus hijos, a veces en la crianza de gallinas y cuyes y otras en la venta de sus productos tejidos a mano. Lo poco que ganaba era para sus hijos.
Un día la visitó un asesor de Financiera Confianza del programa “Ahorro para Todos” y la invitó a una capacitación. Decidió ir, y desde ese día, su vida cambió. Poco a poco fue comprendiendo que el ahorro formal era más seguro y que le permitía un orden para planificar su futuro. “Yo vengo ahorrando en Financiera Confianza desde hace un año. Antes pensaba que no tenía mi plata. Ahora sí siento que la tengo. Cuando me enfermo, o cuando se enferman mis hijos, agarro de ahí. Antes mis hermanos ponían cuotas, pero ahora ya no les voy a molestar. Me gusta esta Financiera”, cuenta.
Silvia es tejedora de ponchos, mantas y demás productos repletos de color y arte. Teje por encargo y también vende en ferias. Complementa sus ingresos con la cría de animales (vacas, gallinas y cuyes), a las que alimenta y vigila de los ladrones. “La vida que tenía era triste, pero ahora he salido adelante luchando sola, por mis hijos. Tejo de todo: roponcitos, mantas, colchas… Cuando vendo, ese mismo día (el dinero) lo meto a la Financiera. En una capacitación aprendí que ahorrando puedo comprar una máquina de telar y así no sufriría, haría más cosas en menos tiempo”, explica mientras afirma que no es la misma que hace un año, que ahora, es una mujer más segura que guarda con cuidado su dinero y confía en el futuro pensando siempre en el de sus hijos.