editorial

Quiénes son los pobres; por qué y cómo se sienten pobres

Giovanni di Plácido, director de Análisis y Estudios de la Fundación Microfinanzas BBVA

La antigua Roma de la época de Julio César fue la primera gran metrópolis de más de un millón de habitantes. Era una ciudad multicultural donde convivían ricos, pobres y esclavos; con barrios marginales hacinados, con viviendas de múltiples ocupaciones… es la primera gran referencia de una concentración de pobreza urbana que se conoce.

“Cada año, millones de personas en todo el mundo salen y entran en la pobreza, por lo que ésta no es estática, sino dinámica, y va más allá de la falta de dinero”

Hoy, 2000 años después, el 14% de los habitantes de Roma se encuentra en riesgo de pobreza, evidenciando que este es un concepto complejo y que está aún vigente a pesar de los avances. El concepto de pobreza no es de creación moderna y ha experimentado una evolución de su significado, siendo la pobreza de la antigüedad muy distinta a la actual.

Sin embargo, lo que se mantiene es que la pobreza en líneas generales es una señal de que algo no anda bien, es “la fiebre” de las sociedades  y constituye una forma de privación inaceptable, cuyas causas son multifactoriales o multidimensionales. Es un fenómeno social y económico complejo de múltiples facetas y causas que abarcan carencias en los aspectos del bienestar individual y colectivo.

En la actualidad alrededor del 11% de la población mundial vive con menos de 2,15 dólares de paridad de poder de compra (ppc) diarios, un umbral basado en el promedio de las líneas de pobreza nacionales de los países más pobres. Esto equivale a 847 millones de pobres extremos. Si utilizamos un umbral de 5,5 dólares de paridad de poder de compra basado en el promedio de las líneas de pobreza de los países de ingresos medios y altos, alrededor de 3.300 millones de personas que representan el 43% de la población mundial estarían en situación de pobreza.

Esta identificación es generalmente la más utilizada y hace uso de un límite de ingresos llamado línea de pobreza y evalúa si un individuo alcanza este nivel y le permite consumir una canasta de bienes y servicios mínima establecida.

Esta aproximación se conoce como pobreza monetaria. La segunda línea (5,5$ ppc) refleja una aproximación global de pobreza, mientras que la primera corresponde a la pobreza extrema. Un paso más allá en esta dirección sería llevar esta medición a la realidad de las canastas de cada país y establecer las líneas de pobreza nacionales, detallándolas además por regiones geográficas, para recoger las diferencias entre las zonas rurales y urbanas.

Sin embargo la medición es mucho más compleja. Cada año, millones de personas en todo el mundo salen y entran en la pobreza, por lo que ésta no es estática, sino dinámica, y va más allá de la falta de dinero. La pobreza monetaria muestra sólo una parte del fenómeno y presupone que hogares que tienen los mismos ingresos gozan de niveles de vida similares y,  aunque el ingreso es un buen indicador del nivel de vida, no consigue reflejar todas las posibles situaciones.

La pobreza no es homogénea. Una persona que es pobre puede sufrir múltiples desventajas al mismo tiempo. Puede recibir muy poca educación, tener un trabajo precario, una mala salud, puede carecer de agua limpia o electricidad. Esto le puede ocurrir también a muchas personas catalogadas como no pobres, por lo que enfocarse en un solo factor, tal como el ingreso, no es suficiente para capturar la verdadera realidad de la pobreza.

Es por ello que es necesario evaluar el carácter multidimensional de la pobreza, que permite crear una imagen más completa, permitiendo no solo identificar quiénes son pobres, sino sobre todo la naturaleza de sus carencias más allá del acceso o no al consumo de una determinada canasta. Ayuda a identificar las múltiples privaciones que enfrentan los hogares de forma simultánea, en dimensiones tales como educación, salud, trabajo, la vivienda y su entorno, entre otros.

Permite medir de forma directa las condiciones de vida de los hogares que van más allá de la falta de ingresos, y considera múltiples aristas del desarrollo humano, teniendo en cuenta las privaciones en distintas dimensiones que afectan lo que las personas pueden ser y hacer con su vida. Estos planteamientos tienen como fundamento teórico conceptual el enfoque de capacidades desarrollado inicialmente por el economista Amartya Sen.

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Giovanni di Plácido, director de Análisis y Estudios de la Fundación Microfinanzas BBVA

Las propuestas más novedosas en este sentido han sido impulsadas, entre otros, por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Iniciativa de Oxford sobre la Pobreza y el Desarrollo Humano (OPHI), apuntando hacia dos aspectos fundamentales: por un lado, reconocer la pobreza como una forma de carencia social en oposición a la visión de privación fisiológica y, por el otro, su comprensión como un fenómeno multidimensional en tanto que no es sólo una cuestión de ingresos, y para medirla es necesario tomar en cuenta otras variables.

La forma de aproximarse a esta medición es construir un conjunto de indicadores para cada una de las dimensiones a evaluar. Los indicadores son seleccionados para cada dimensión, estableciéndose que un hogar y por ende sus integrantes son considerados pobres si muestran privación en por lo menos un 33% del total de indicadores que se evalúan, y en pobreza extrema si sufren carencias en al menos la mitad de estos indicadores.

Esta aproximación permite medir tanto la incidencia de la pobreza, es decir, la proporción de personas en una población que son pobres multidimensionales, como su intensidad, revisando el número promedio de carencias que cada hogar pobre y personas que lo componen experimenta al mismo tiempo.

Estas definiciones permiten determinar tanto la pobreza absoluta, que es la situación en la cual no están cubiertas las necesidades básicas del individuo, permitiendo además homologar el criterio, dado que una persona considerada pobre siguiendo esta definición se califica de la misma forma en todo el mundo, como la denominada pobreza relativa, donde se considera que una persona es pobre cuando se encuentra en una situación de clara desventaja, económica y social, respecto al resto de personas de su entorno. Este último concepto está muy ligado a la noción de desigualdad.

Existe otra dimensión más compleja, que es la visión subjetiva que los individuos u hogares tienen de su posición económica, permitiendo incorporarla al análisis: es la autoevaluación que las personas hacen de su situación.  Quién puede saber mejor que ellos mismos cuáles son sus necesidades y cómo las perciben, es decir, por qué y cómo se sienten pobres. Este análisis complementario permite caracterizar el fenómeno y  contribuir al diseño de políticas eficientes y adecuadas para combatir la pobreza.

Afinar la medición de pobreza se convierte en esencial para el diseño de las políticas públicas que se proponen combatirla. Conocer su naturaleza e intensidad, ayuda a proporcionar y orientar, no solo el diseño de dichas políticas y programas, sino también las iniciativas inclusivas que despliegan los actores privados en su actuación dentro de la sociedad.  Para ello es necesario identificar con toda precisión a su población objetivo, hogar por hogar y persona por persona, así como las múltiples dimensiones de sus carencias, para poder generar el mayor impacto posible en su mitigación.

La  pobreza es un  fenómeno multidimensional, que requiere ser abordado desde múltiples  enfoques con el objetivo de contrarrestar sus impactos tanto entre las personas que la padecen en el presente como su transferencia a las generaciones futuras. Para ello todas las aproximaciones de medición son complementarias y permiten una comprensión más completa de esta ancestral situación de muchos dentro de las sociedades.