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La regulación de las microfinanzas

Claudio González-Vega, Presidente del Patronato de la Fundación Microfinanzas BBVA

Lo que hoy conocemos como microfinanzas ha sido el resultado de una serie de notables innovaciones en la producción y entrega de varios tipos de servicios financieros a poblaciones que previamente no habían tenido acceso a las finanzas institucionales. Así, la verdadera esencia de las microfinanzas no ha sido simplemente el tamaño muy pequeño de las transacciones o el hecho de que los clientes sean pobres y vulnerables (ciertamente, dos fuertes barreras al surgimiento de transacciones financieras).

Más bien, la esencia de las microfinanzas ha sido el desarrollo e implementación de innovaciones en tecnologías financieras (es decir, nuevas maneras de hacer las cosas) que han hecho posible manejar prudentemente los riesgos asociados con la clientela meta y reducir los costos que acompañan a transacciones muy pequeñas, muy por debajo de los niveles asociados con el uso de tecnologías bancarias tradicionales en estos segmentos del mercado.

Gracias a estas innovaciones, la revolución de las microfinanzas evolucionó a partir de unas pocas iniciativas no gubernamentales (ONG), modestas e intensivas en transferencias de donantes, hacia un heterogéneo sector del sistema financiero, donde un número creciente de actores rentables, autosuficientes, comercialmente viables han sido capaces gradualmente de proveer una amplia gama de servicios financieros, para asistir a sus clientes en la búsqueda de objetivos individuales diversos. Al transformarse de entidades de microcrédito en intermediarios de microfinanzas, con la intención de movilizar depósitos del público, surgió la necesidad de regularlos prudencialmente.

“La regulación y supervisión prudencial de las microfinanzas se hizo inevitable cuando las instituciones comenzaron a captar depósitos”

Así, mientras otros tipos de microfinanzas podrían necesitar (o no) algún tipo de regulación, la regulación y supervisión prudencial de las microfinanzas se hizo inevitable cuando las instituciones comenzaron a captar depósitos. La regulación prudencial se refiere al marco legal cuyo objetivo es garantizar la estabilidad así como la competencia y eficiencia en los mercados financieros, estableciendo límites y restricciones al comportamiento de las instituciones que realizan intermediación financiera y, a la vez, ofreciéndoles a los depositantes una protección razonable, resguardando el uso que se le da a sus depósitos de comportamientos imprudentes.

La regulación prudencial y los medios para supervisar y asegurar su cumplimiento son esenciales para desalentar el comportamiento oportunista que podría surgir entre las instituciones que captan depósitos, dada la tentación de asumir riesgos excesivos en búsqueda de mayores beneficios. Desde esta perspectiva, el propósito de la regulación prudencial de las microfinanzas sería el mismo fin que la justifica en el caso de otros intermediarios financieros. La pregunta importante es, entonces, no si regular o no, sino cómo regular.

“Las tecnologías digitales están transformando las finanzas, aumentando el número y variedad de nuevos participantes y desafiando la regulación a un ritmo sin precedentes”

Esto importa porque, en algunos casos, la regulación puede terminar siendo un obstáculo para el desarrollo del mercado financiero. Éste es el caso de la represión financiera, definida como el marco de medidas regulatorias que distorsionan los flujos de fondos y la asignación de recursos, alejándolos del óptimo en el mercado. Algunos instrumentos de represión financiera son los techos a las tasas de interés y las cuotas obligatorias de cartera, requerimientos de reserva confiscatorios, el impuesto inflacionario y sobrevaluación de la moneda, las excesivas restricciones de entrada al mercado y provisiones y normas prudenciales improcedentes. A pesar de su reaparición en algunos países, la evidencia histórica ha mostrado la influencia dañina de estas políticas, que en el caso de las microfinanzas causan estragos aún mayores e imposibilitan la atención de clientelas marginales.

Las fallas en los mercados financieros surgen de equilibrios agrupadores (pooling), cuando riesgos diferentes son tratados como si fueran iguales. Con información imperfecta y asimétrica, todos los solicitantes de crédito parecen iguales. Cuando los acreedores no pueden separarlos conforme a su tipo de riesgo, les ofrecen a todos el mismo contrato. Temiendo selección adversa, los acreedores entonces adoptan el racionamiento por medios distintos a las tasas de interés. Las microfinanzas como innovación han aumentado el rango de diferenciación. En lugar de evaluar a todos los solicitantes por los activos que ofrecen en garantía (hipotecas), las mejores instituciones de microfinanzas los juzgan con base en sus flujos de fondos y atributos intangibles: reputación, honestidad, actitudes y hábitos.

Así, las microfinanzas han ampliado el rango de criterios de evaluación y reducido el racionamiento. Además, la innovación más importante en las microfinanzas ha sido el uso de la relación de cliente (el valor presente del flujo esperado de servicios futuros) como incentivo de pago. Un contrato de microfinanzas implica una relación de largo plazo, directa y mutuamente valiosa, que crea derechos y responsabilidades para ambas partes y genera la estructura de incentivos que determina su comportamiento. El deudor paga en la expectativa de mejoras en el servicio futuro, mientras que el acreedor debe prometer, creíblemente, que estará ahí cuando el deudor regrese (proteger su sustentabilidad).

El mismo principio separador debe ser usado por el regulador prudencial, al emitir normas para diferentes tecnologías financieras. Si una cartera de microfinanzas representa un perfil de riesgo diferente, no debe ser regulada como si implicase el mismo grado y determinantes de riesgo que otras carteras. Así, una regulación agrupadora no sería óptima. Las microfinanzas ameritan normas prudenciales diferentes a las apropiadas para la banca comercial y el crédito de consumo. Los reguladores prudenciales en países como Bolivia y Perú entendieron este principio y crearon un entorno regulatorio conducente al éxito de las microfinanzas. Además, el marco de Basilea II permitió a los intermediarios financieros definir sus propios enfoques en el manejo de riesgos y abrió espacios para la innovación que favorecieron a las microfinanzas. En contraste, la amenaza potencial de Basilea III es una perspectiva restrictiva sobre tecnologías financieras, que podría no distinguir las idiosincrasias de las microfinanzas.

Además, las tecnologías digitales están transformando las finanzas, aumentando el número y variedad de nuevos participantes y desafiando la regulación a un ritmo sin precedentes. Mientras que, como en el caso de las microfinanzas, la regulación no debería restringir innecesariamente la innovación, es importante que el regulador prudencial entienda y diferencie las características únicas de las microfinanzas como una herramienta especial para la inclusión financiera.