editorial

La gran mayoría de los clientes de las instituciones microfinancieras en todo el mundo son mujeres

Margarita Correa, vicepresidente ejecutiva de Bancamía

Margarita Correa

Las mujeres logran su independencia económica a través del progreso de sus emprendimientos y por esta vía, el empoderamiento, primordial para el ejercicio de sus derechos y autonomía, es la base para su bienestar y el de su familia

La gran mayoría de los clientes de las instituciones microfinancieras en todo el mundo son mujeres. Esto se debe, en primer lugar, a que ellas son quienes más han padecido la pobreza, son las más vulnerables entre los pobres y en el caso colombiano, quienes han padecido y sobrevivido a la guerra. También han sido generacionalmente las madres cabeza de familia quienes mayoritariamente han dirigido los hogares monoparentales, que es un elemento central para explicar la falta de desarrollo en los  países de la región, entre otros, por la precaria participación en el mercado laboral remunerado.

En segundo lugar, porque la exclusión del sistema financiero tradicional es históricamente superior al de los hombres, debido a particulares condiciones sociales, políticas, económicas y culturales, como el acceso a la propiedad, bajo nivel de educación, trabajo no remunerado, autoexclusión, actividades encomendadas naturalmente como el cuidado de la familia, violencia, entre otros; condiciones que en muchos casos, han llevado a la mujer a la informalidad del trabajo*, patrones que han marcado su exclusión para el desarrollo y la generación de la riqueza equitativa.

Hemos sido testigos de cómo las mujeres logran su independencia económica a través del progreso de sus emprendimientos y por esta vía, el empoderamiento, primordial para el ejercicio de sus derechos y autonomía, es la base para su  bienestar y el de su familia.

Si bien la mujer ha encontrado en el sector informal de la economía la posibilidad de desempeñar el doble rol, el familiar y el del emprendimiento de sus negocios, por la flexibilidad de movilidad que le ofrece, también es cierto que en el sector se carece de un contexto normativo de protección.

La gran responsabilidad de la mujer en el trabajo no remunerado y doméstico, limita el tipo de trabajo que puede realizar, lo que refuerza su desventaja económica. Por lo tanto, se requieren medidas que le permitan a la mujer reducir el tiempo de su trabajo no remunerado y dedicar más tiempo a actividades productivas, para incrementar así sus activos, el acceso a mercados, mayores oportunidades de educación, de participación en  política, de empleo y descanso.

Las mujeres vulnerables nos han dado ejemplo de desarrollo y compromiso. En Bancamía representan el 56% de la totalidad de nuestros clientes, tienen una vocación de permanencia superior a los 3 años, son líderes en productos de ahorro y evidencian un nivel de deterioro de la calidad de la cartera inferior al de los clientes varones.

Este caso de éxito refleja que el microcrédito favorece a las mujeres y sus familias. Sin embargo, por sí solo no puede producir una reducción sostenible de la pobreza, ni generar cambios en materia de género, si no se contemplan acciones complementarias, como normas y regulaciones específicas que mejoren las condiciones y necesidades propias de las mujeres.

Empoderar a las mujeres y cerrar las brechas de género es fundamental para alcanzar la Agenda de los ODS 2030. Esto requiere un abordaje multifacético que tenga en cuenta los problemas específicos de las mujeres en diferentes partes de la economía informal. Y también será necesario adoptar medidas diferenciales para mejorar los modos de vida de las mujeres rurales, pues deberán centrarse especialmente en facilitar el acceso a la tierra, su propiedad legítima, los servicios públicos esenciales y los mercados para sus productos.

El reciente informe de Naciones Unidas sobre Mujer señala que “Mayor igualdad de género supone mayor nivel de desarrollo humano, mayor renta per cápita, un crecimiento económico más rápido y un mayor nivel de competitividad de la economía

En tiempos en que el sector enfrenta nuevos retos, no sólo por la competencia y la innovación, sino por las variables de la economía mundial, es posible ver que los préstamos a los clientes tradicionales de las microfinanzas, las mujeres de bajos ingresos, están afrontando cambios en su dinámica.

Por una parte, el creciente interés de la banca tradicional en atraer los mejores clientes del mercado microfinanciero, y por otra, el dinamismo de la participación de la mujer en el mercado laboral informal, cuyos movimientos pueden estar influenciados por menor crecimiento económico, épocas de mayor producción agropecuaria, migración de mano de obra urbano rural, crecimiento de hogares monoparentales, violencia de género, etc.

En Colombia, por ejemplo, al observar las cifras del mercado laboral informal por género, evidenciamos que la participación de la mujer en la informalidad es creciente, y durante la última década las estadísticas revelan una tasa de crecimiento más alta en el sector rural que en el urbano**.

Además, llama la atención que la informalidad en la mujer como fuente de ingresos, es estacional, tanto en lo urbano como en lo rural, siendo más marcada en esta última, donde los picos más altos se encuentran a mediados y finales de año. En consecuencia, los flujos de caja de las mujeres del campo son inconstantes y sólo elevan su ingreso dos veces por año.

En periodos de bajo crecimiento económico para los países latinoamericanos, es mayor la tasa de crecimiento de la informalidad del mercado laboral femenino, panorama en el que emergen nuevas posibilidades para cautivar a nuestros clientes foco de desarrollo.

Pero esta evidencia numérica nos debe cuestionar la sostenibilidad y el desarrollo de las mujeres, de las empresas familiares, el uso adecuado de los recursos y las ventajas competitivas que como líderes de instituciones de microfinanzas, estamos gestionando en la oferta de valor de nuestras clientes primarias.

La experiencia en microfinanzas nos ha ayudado a entender que las mujeres, estabilizadoras sociales, emprendedoras por naturaleza y multitareas, sacan adelante sus hijos y generan bienestar en las comunidades. Como testigos del cambio de generación y de mayor inclusión y equidad en las mujeres, quienes han crecido producto de sus méritos, del alto compromiso con sus familias y el mundo, invito a que el homenaje a la mujer, que leeremos en estas páginas y en muchas más, nos haga actuar en todos escenarios dejando presentes los retos que tenemos como agentes de cambio de las economías de la región y su sostenibilidad futura.

“Veamos el género como un espectro, en lugar de dos conjuntos de ideales opuestos”  Emma Watson, Embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas.

 

Es importante destacar que en Colombia la informalidad laboral en las mujeres es del 51.6% vs el 45.1% en hombres. Fuente DANE 2015.

** Gran Encuesta integral de Hogares. DANE Colombia 2007 -2016.