entrevista
Antón Leis, director de la AECID
Nacido en Santiago de Compostela en 1981, está casado y es padre de 2 hijos. Antón Leis García ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de los organismos internacionales especializándose en cooperación internacional y asuntos multilaterales. Antes de su nombramiento como Director de la AECID, ocupó diversos puestos en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), incluido en el Secretariado de Relaciones Mundiales y el Gabinete del Secretario General, donde ocupaba el puesto de Consejero (Counsellor) del Secretario General, con rango de jefe de división.
"Trabajar con el sector privado y con actores que trabajan en el ámbito de la inclusión financiera o la inversión de impacto nos interesa también por el conocimiento y la innovación que aportan."
Entre 2018 y 2020 fue Vocal Asesor en la Secretaría General de Asuntos Internacionales, UE, G20 y Seguridad Global del Gabinete del Presidente del Gobierno de España, a cargo de la coordinación de la participación de España en el G20 y de otros asuntos multilaterales. Fue igualmente Asesor de la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional. Con anterioridad, ha desempeñado puestos de cooperante en el Banco Africano de Desarrollo como especialista senior en gobernanza y desarrollo del sector privado desde Túnez y Costa de Marfil, así como en el Banco Mundial como asesor jurídico, trabajando sobre las regiones de África Subsahariana y América Latina y Caribe desde la sede de Washington.
Licenciado en Derecho con Premio Extraordinario por la Universidad Carlos III de Madrid, posee un Máster en Derecho (LL.MM) por la Harvard Law School y un doble diploma de Máster en Administración Pública (MPA) por la London School of Economics y el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po). Habla inglés, francés y portugués.
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- La AECID es un actor clave en la cooperación para el desarrollo en un momento de grandes desafíos a nivel internacional. ¿Cuál es su valoración del contexto y de los principales retos que aún persisten?
El mundo atraviesa uno de los momentos de mayor complejidad en las relaciones internacionales de las últimas décadas, un periodo de crisis simultáneas y superpuestas en el que a las consecuencias globales de la pandemia del COVID-19 se suman las de la agresión rusa a Ucrania o el conflicto en Oriente Medio. Las necesidades humanitarias se multiplican año tras año, la reducción de la pobreza en el mundo se detuvo durante la pandemia, las desigualdades aumentan y la emergencia climática está empujando a muchas personas al hambre y la exclusión. Y todo ello mientras surgen voces que abogan por el repliegue identitario y cuestionan el multilateralismo o el orden internacional basado en reglas.
En este contexto, la cooperación es más necesaria que nunca. Ningún país, por poderoso que sea, puede resolver estos desafíos y crisis solo. La pandemia nos lo ha demostrado.
La cooperación es, ahora más que nunca, un ejercicio de solidaridad pero también de responsabilidad, no es un gasto sino una inversión. Esto va de valores, pero también de intereses. Tenemos una de las sociedades más solidarias de la Unión Europea – 4 de cada 5 españoles apoyan la inversión en cooperación – pero es importante subrayar que este es un trabajo. No en vano, la cooperación es una herramienta fundamental de nuestra política exterior, de eso que se conoce como “poder blando” que permite a España construir alianzas con otros actores e influir en debates globales y que, en última instancia, redunda en el bienestar y la seguridad de nuestros ciudadanos aquí en casa.
Por eso, mientras algunos países están reduciendo su compromiso con la cooperación, España forma parte de aquellos que estamos apostando decididamente por ella y reforzándola. La nueva ley de cooperación de 2023, adoptada con un gran consenso político, planteó una amplia reforma de la Cooperación Española con la AECID como “piedra angular” del sistema. Desde 2021 hemos duplicado el presupuesto de la Agencia y lanzado nuevos e innovadores programas, pero, sobre todo, hemos apostado por hacer una cooperación más eficaz, con mayor impacto, más estratégica y alineada con una política exterior coherente y con identidad propia que dice lo mismo en Palestina y en Ucrania. La reforma del sistema y de la AECID y la forma en la que la estamos llevandola a cabo, con diálogo entre todos los actores y basada en unos principios sólidos, es un logro fundamental en los tiempos que corren. La reforma nos va a permitir crecer y dar respuesta a las cada vez mayores necesidades humanitarias y de desarrollo y mostrar también a nuestros socios en el mundo, que no les vamos a abandonar y que España es un actor fiable que practica una nueva cooperación, menos basada en la lógica de la “ayuda” y más en la de la alianza para resolver desafíos compartidos.
Esta reforma fue concebida y cuenta con un amplísimo respaldo social y parlamentario, y ese es nuestro reto: seguir reforzando esta política, que es a la vez una política pública y una política de Estado, con responsabilidad, creciendo para responder a necesidades que a veces parecen desbordarnos, pero haciéndolo bien.
- Recientemente se ha aprobado un nuevo Estatuto de la AECID, que culmina el proceso que comenzó con la nueva ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global, y que supone, como dice, una ambiciosa reforma de la Cooperación Española. ¿Cuáles son los principales cambios que introduce y cómo fortalecerán el impacto de la Agencia?
El nuevo Estatuto de la AECID, aprobado el pasado diciembre, es el núcleo central de una reforma profunda de una AECID que quiere ser una agencia innovadora, ágil y estratégica; referente en el panorama internacional. La reforma persigue esencialmente cuatro objetivos.
En primer lugar, queremos renovar la organización para responder a las nuevas necesidades y desafíos del nuevo entorno internacional. Por eso apostamos por reforzar el conocimiento sectorial en ámbitos como la cooperación feminista, la transición ecológica, el crecimiento económico incluyente o la digitalización. Y por potenciar instrumentos estratégicos, como la acción humanitaria (que hemos prácticamente triplicado desde 2018), la educación para el desarrollo y la ciudadanía global, o la cooperación financiera, que será fundamental para cubrir el déficit de financiación anual de los ODS, que supone 20 veces más que la ayuda oficial al desarrollo en todo el mundo.
En segundo lugar, queremos cambiar nuestra forma de trabajar de una cooperación centrada en nuestros propios proyectos y programas a otra en la que la AECID, además de sus propias capacidades y acciones, dedique más esfuerzos a promover y gestionar alianzas con el resto de actores de la cooperación (sociedad civil, sector privado, socios multilaterales, actores de cooperación autonómicos y locales) y con los países socios.
En tercer lugar, queremos apostar por las personas. No solo por las comunidades que se benefician de nuestros proyectos, sino también nuestro mayor activo como organización: nuestro personal. Necesitamos atraer talento de personal altamente cualificado para los retos del futuro. En julio el Consejo de Ministros aprobó el nuevo Estatuto de las Personas Cooperantes, que dignifica y mejora las condiciones de trabajo de esta fantástica carrera profesional y que ofrece nuevos derechos y mejores perspectivas profesionales a los más de 2.700 cooperantes que tenemos en todo el mundo defendiendo nuestros valores. En próximas fechas lanzaremos una nueva convocatoria de responsables de proyectos de la AECID pensada para captar a personas jóvenes con altas cualificaciones que quieran trabajar con nosotros por un mundo mejor.
En cuarto y último lugar, queremos reforzar la agilidad y eficiencia de la Agencia para dar respuesta a los desafíos de un mundo cada vez más complejo, y dotarla de una mayor flexibilidad y dinamismo, reafirmando su compromiso con la mejora continua de la gestión del conocimiento, el aprendizaje y la innovación. Por eso tenemos un Plan de Transformación Tecnológica que busca mejorar la interacción con el ciudadano y apuesta decididamente por convertir a las tecnologías digitales en motor de desarrollo.
- La reforma también aborda la coordinación con el sector privado. ¿Cómo visualiza el papel del sector privado y de entidades como la Fundación Microfinanzas BBVA en el nuevo modelo?
El sector privado es absolutamente fundamental, indispensable yo diría. Lo es desde el punto de vista de la financiación: sin inversión sostenible en los países emergentes y en desarrollo no vamos a lograr avanzar en la implementación de la Agenda 2030. Nuestro desafío como agencias de cooperación va a ser incentivar que, los mercados financieros, que los inversores canalicen más recursos hacia el desarrollo sostenible, hacia la financiación climática, hacia una transición digital que no deje a nadie atrás, hacia la generación de empleo de calidad y oportunidades de emprendimiento para todos y, si me permiten, sobre todo para todas.
Trabajar con el sector privado y con actores que trabajan en el ámbito de la inclusión financiera o la inversión de impacto nos interesa también por el conocimiento y la innovación que aportan. No todo es financiación. Muchos agricultores en el mundo podrían cambiar sus vidas y las de sus familias con nuevas técnicas de cultivo. Hay muchos emprendedores en los países en desarrollo que solo necesitan un empujoncito para generar oportunidades a su alrededor y transformar sus países.
La nueva ley y el nuevo Estatuto de la AECID nos demanda dos cosas novedosas. Por un lado, nos toca coordinar nuestro sistema de cooperación a nivel operativo en un contexto cada vez más diverso de actores de la cooperación. Y por otro, necesitamos imaginar y crear alianzas con ellos, en muchas ocasiones coordinando y apoyando, financiera y técnicamente, a otros actores, movilizando a la ciencia española o a nuestro sector privado en favor del desarrollo sostenible, o explorando oportunidades de cofinanciación y trabajo conjunto con organizaciones como la Fundación Microfinanzas BBVA, que tiene una gran trayectoria de trabajo en América Latina promoviendo el emprendimiento y la inclusión financiera, dos objetivos que nos unen a ambas entidades.
Por dar una cifra: aproximadamente la mitad de las operaciones que aprobamos cada año a través de nuestro brazo de cooperación reembolsable, son operaciones con el sector privado, en concreto financiando proyectos de inversión de impacto con inversores privados que quieren tener un retorno adicional al meramente financiero.
- América Latina es una región de grandes contrastes. ¿Cuáles son las prioridades de la AECID en esta región?
La cooperación con América Latina y el Caribe ha sido una prioridad para la cooperación española desde sus inicios. Allí nacimos y allí aprendimos a hacer cooperación y lo seguimos haciendo de la mano de nuestros socios.
La Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global hace referencia al concepto desarrollo en transición, de gran interés para esta región, donde la mayor parte de los países son de renta media y siguen requiriendo de estrategias de acompañamiento para abordar los retos a los que se enfrentan con independencia de su nivel de renta: desigualdades, riesgos climáticos, brechas de género.
Las prioridades de la AECID en América Latina y el Caribe, son contribuir a la cohesión social y la reducción de las desigualdades; promover la acción climática en una región con grandes activos por ejemplo en biodiversidad pero muy expuesta a riesgos como sequías e inundaciones; apoyar la integración regional, que tiene un gran potencial para generar prosperidad; fortalecer los sistemas democráticos y los derechos humanos, que compartimos latinoamericanos y europeos como valores fundamentales; promover la inversión sostenible y su impacto en el desarrollo a través de la agenda de inversiones de la UE en la región (donde la AECID aporta hasta 1.400 millones de Euros); y participar activamente en el sistema de cooperación iberoamericana, del que somos secretaría pro témpore desde hace unos meses y hasta 2026.
- En su opinión ¿cómo pueden las microfinanzas y el emprendimiento contribuir de manera sostenible a la reducción de la pobreza?
Los microcréditos, idea nacida hace ya hace décadas en un país emergente (Bangladesh, de la mano del Premio Nobel Muhammad Yunnus) son un instrumento financiero muy eficaz para la erradicación de la pobreza y para la construcción de un tejido económico sostenible y adaptado a prácticamente cualquier modelo de sociedad. En sociedades con altas tasas de desigualdad y en las que la brecha de acceso a la financiación es insalvable, se trata de soluciones que potencian el autoempleo, la integración de personas en el mercado laboral (especialmente de mujeres y jóvenes), la generación de nuevos e innovadores modelos de negocio, y, por ende, en la economía y la cohesión social, por lo que esta modalidad de cooperación financiera se convierte en un potente instrumento para la lucha contra las desigualdades, además de contribuir a la resiliencia y al crecimiento económico de la sociedad en su conjunto.
- La igualdad de género es un eje prioritario para la AECID ¿Qué estrategias está implementando para impulsar el empoderamiento económico de las mujeres en países en desarrollo?
La igualdad de género para nosotros es una seña de identidad. Es, por supuesto, un sector prioritario, pero también un eje transversal que inspira todas nuestras acciones y programas bajo un enfoque feminista.
En el actual Plan Director de la Cooperación Española 2024-2027 se refuerza este compromiso situando la igualdad como un sector prioritario y estableciendo el objetivo de que al menos el 60% de las iniciativas contribuyan directamente a la equidad, con una meta de crecimiento progresivo hacia el 85%.
Ya estamos en ello. Desde 2021 hemos casi triplicado nuestra inversión en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 5. Nuestra actuación sigue cuatro líneas de trabajo en materia de igualdad de género, todas ellas necesarias para el impulso del empoderamiento de las mujeres en todos los ámbitos: la participación plena de las mujeres en la toma de decisiones en todos los niveles, por ejemplo, en el ámbito político, el empoderamiento económico de las mujeres, la eliminación de todas las formas de violencia de género, y la salud y los derechos sexuales y reproductivos.
Fruto de nuestro compromiso feminista, en 2021 lanzamos un programa global llamado Ellas+, que tiene un presupuesto anual de 5 millones de euros, y continúa impulsando el liderazgo femenino en todos los niveles de la sociedad y fomentando sistemas de cuidado equitativos.
- ¿Qué mensaje le gustaría enviar a las emprendedoras y emprendedores que en contextos de pobreza, a pesar de los desafíos, siguen impulsando el progreso de sus familias y comunidades?
Un mensaje de apoyo y de compromiso. El emprendimiento no es solo el motor de cualquier economía, cualquiera que sea su tamaño, también es un poderoso vehículo para que miles de familias salgan de la pobreza y para contribuir a la cohesión social. Incluso en España, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), las micropymes representan el 94 % de todas las empresas del país. Los emprendedores son la columna vertebral de nuestra economía y, en muchos países emergentes, su papel es incluso mayor.
El impacto que tiene el emprendimiento en estos países, -con enormes tasas de desigualdad y con graves obstáculos al acceso a financiación por parte de la mayoría de los ciudadanos (y en particular las mujeres y algunos colectivos excluidos)- lo convierte en una herramienta eficaz, puede que la más eficaz, para generar empleo decente, reducir la informalidad y promover economías más competitivas y a la vez incluyentes. La creación de oportunidades para el desarrollo de esta economía a menudo informal genera un impacto indudablemente positivo con la generación de riqueza en familias y comunidades, fomentando la competencia e incluso propiciando la inversión, creando así círculos virtuosos para el desarrollo económico del país.