editorial

«¿Cómo podemos impulsar el desarrollo sostenible a través de las finanzas inclusivas?, Sophie Sirtaine, CAGP CEO

En los últimos 15 años, el reconocimiento del papel esencial que desempeña la inclusión financiera en el desarrollo financiero y económico sostenible es cada vez mayor, tanto entre inversores como en el sector privado, los organismos internacionales y los bancos multilaterales de desarrollo. Hace diez años que la base de datos Global Findex del Banco Mundial hace un seguimiento del progreso en inclusión financiera y, aunque sus conclusiones más recientes indican una tendencia mundial positiva, existen desafíos persistentes que hay que abordar para aprovechar todo el potencial de las finanzas inclusivas.

"Garantizar que toda la sociedad, especialmente las personas más vulnerables del planeta, pueden aprovechar mejor las oportunidades económicas que mejoran medios de vida y resistir impactos financieros como los causados por el cambio climático, exigirá una voluntad más decidida de usar unos servicios financieros responsables como vía hacia un mundo verde, resiliente e inclusivo"

Hoy, el 71% de los adultos en los países en desarrollo tienen una cuenta bancaria o de dinero móvil, frente al 63% en 2017. A pesar de esta ventana de optimismo, la dureza de la era de la pandemia y la guerra en Ucrania han ahondado la ralentización económica global. El Banco Mundial pronostica que, a este ritmo, cerca del 7% de la población mundial —casi 600 millones de personas— vivirá en la pobreza extrema en 2030. La intensificación del cambio climático para entonces es otra amenaza grave que podría sumar a 132 millones de personas más a este terrible escenario.

Garantizar que toda la sociedad, especialmente las personas más vulnerables del planeta, pueden aprovechar mejor las oportunidades económicas para mejorar su nivel de vida y poder resistir impactos financieros como los causados por el cambio climático, exigirá una voluntad global más decidida para promover unos servicios financieros responsables como vía hacia un mundo verde, resiliente e inclusivo. Para ello, tendremos que priorizar tres áreas:

  • Promover la inclusión financiera de la mujer en los programas de desarrollo. Aunque la brecha media entre hombres y mujeres en propiedad de cuentas (es decir, la brecha de género) ha bajado del 9% al 6% en las economías en desarrollo, aún siguen estando excluidas financieramente 742 millones de mujeres en el mundo. En América Latina y el Caribe, esta brecha sigue estancada en el 7% desde 2017, y aunque es mínima en Brasil y Argentina, alcanza el 11% en Bolivia, el 16% en El Salvador y el 20% en Honduras. Cuando las mujeres acceden a los servicios financieros, los utilizan y se benefician de ellos, tienen más capacidad para gestionar riesgos y aumentar las oportunidades económicas que contribuyen al bienestar de su familia y su comunidad. Según el FMI, la igualdad de género impulsa el crecimiento económico y mejora los resultados del desarrollo. Pero existen numerosas barreras para la inclusión financiera de la mujer y casi todas tienen sus raíces en normas sociales restrictivas. Para cerrar la brecha de género, son fundamentales esfuerzos más enérgicos y deliberados, no solo por parte de los responsables de formular políticas, sino también del sector privado. Algunos predican con el ejemplo, como Bancamía en Colombia y Banco FIE en Bolivia.
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Sophie Sirtaine, CGAP CEO

  • Garantizar que la digitalización desempeñe un papel mayor en la inclusión financiera. La digitalización contribuye a generar costes más bajos y un mayor acceso a la información. Pero a pesar del aumento de la adopción del dinero móvil, de los pagos de gobiernos a personas (G2P) y de otros pagos digitales que ha favorecido la pandemia, cientos de millones de adultos siguen recibiendo pagos en efectivo. En las economías en desarrollo, la brecha de género en las transacciones digitales de pago o cobro es de una media del 9%, y en América Latina y el Caribe, esta brecha ha aumentado del 6% en 2014 al 8% en 2021. El uso de pagos digitales facilita la transición a la economía digital, brindando nuevas oportunidades económicas a los agentes económicos , sino que también ayuda a las familias y pequeñas empresas a gestionar los impactos climáticos e invertir en un futuro verde. Las vías a la digitalización incluyen una mayor conectividad, la digitalización de servicios financieros y de pagos, la ampliación de las redes y el desarrollo de marcos de protección al consumidor, adecuados. El pago instantáneo y las reformas de la banca abierta implementadas recientemente por varios países de América Latina y el Caribe como Brasil, Colombia y Chile, son muy prometedores. Al igualar las condiciones con los bancos, están generando más competencia de las fintechs, los operadores de dinero móvil y otros proveedores de servicios financieros, lo que reduce los costes de estos servicios y ofrece oportunidades para impulsar las rutas de datos digitales y bancarizar a los no bancarizados.
  • Diseñar productos financieros inclusivos centrados en resultados para el desarrollo. Dada la intensificación de los impactos y las tensiones globales que afectan más a las personas pobres y vulnerables, no basta con centrarse en el acceso y el uso de servicios financieros. Es necesario redefinir nuestros objetivos, como sector de inclusión financiera, en función de los resultados que intentamos alcanzar y diseñar nuestros productos y nuestras intervenciones teniendo en mente estos resultados. Por ejemplo, en lugar de centrarnos simplemente en establecer sistemas G2P eficientes que proporcionen acceso a las transferencias del gobierno, debemos cambiar nuestro enfoque para garantizar que los más vulnerables pueden hacer frente a los mayores impactos que afrontan y adaptarse a ellos, incluido el cambio climático, y diseñar sistemas G2P que sean herramientas valiosas de protección social, que potencien la resiliencia climática. Para respaldar esta nueva orientación, deberíamos desarrollar nuevas métricas para nuestro trabajo y para el sector que midan el éxito en función de estos resultados, y por ende, usarlas para diseñar nuestras intervenciones.

El progreso hacia estas tres esferas prioritarias no será fácil. El éxito dependerá de una estrecha colaboración entre los miembros de la comunidad de la inclusión financiera y otras partes interesadas, quizá ahora más que nunca. Pero las voces a favor del desarrollo sostenible suenan cada vez más alto, por lo que soy optimista y creo que el poder de las finanzas inclusivas puede encauzarse para alcanzar objetivos de desarrollo sostenible amplios.